OBJETIVO:
I. Hacer sentir la necesidad del cambio en la conducta, reglas y objetivos de un grupo.
II. Aplicable en cursos de sensibilización hacia el cambio de diferentes aspectos en un grupo.
TAMAÑO DE GRUPO:
25 personas. Distribuidas en 5 subgrupos de 5 personas.
TIEMPO REQUERIDO:
35 minutos. Distribuidos de la siguiente manera: 5 min. de lectura. 30 min. de discusión.
MATERIAL:
I. Hojas con la historia y
II. Llápices.
LUGAR:
Un lugar amplio que permita la discusión entre los grupos.
DESARROLLO:
I. Se distribuye la historia “Si el río cambia de cauce”.
II. Se forman grupos de cinco personas, y se pide que dialoguen con el propósito de obtener una moraleja.
III. Se solicita que la anoten.
IV.Se pide a los cinco grupos que intercambien sus conclusiones y que lo apliquen a su situación de trabajo.
MATERIAL:
Hojas con la historia y lápices.
HOJA DE TRABAJO
SI EL RIÓ CAMBIA SU CAUSE
Allá abajo, cerca del río, vi un viejo cuyo nombre no importa. Tendrá uno ochenta y pico de años, su paso es poco firme, tiemblan sus manos, sus ojos lloriquean y se ríe a solas como si supiera algo muy cómico acerca de la humanidad.
En su época, el viejo era el mejor pescador de la comarca. “Yo los agarro hasta donde no existen”, solía decir. Sabía escoger las carnadas más convenientes para toda ocasión, la profundidad exacta donde nadaban las diferentes clases de peces y el tamaño preciso del anzuelo que se debía usar.
A poca distancia de la choza donde habitaba el pescador, el río hacia una vuelta cerrada, y era allí en aguas profundas y tranquilas donde le encantaba sentarse sobre un tronco que estaba a la orilla y lanzar su cuerda al agua. Allí nada más, ningún otro sitio le gustaba.
Pero la naturaleza no respeta las costumbres del hombre, y sucedió que durante un invierno hubo una creciente espantosa. Cuando las aguas volvieron a bajar, el río había abandonado su viejo cauce y se había alejado unos cincuenta metros hacia el oeste, formando un canal completamente nuevo. En el recodo donde nuestro pescador solía coger su presa, ya no quedaba sino un banco de arena.
Un hombre cuerdo, en su caso, se habría adaptado a las nuevas condiciones y buscado otro lugar para pescar. No así nuestro pescador; más terco que una mula y resistente a los cambios inevitables que trae el transcurrir del tiempo. Todavía, si uno quiere tomarse el trabajo de visitar el lugar, puedo ver al viejo sentado sobre el mismo tronco y pescando en el mismo banco de arena:
NOTA: Una vez leído el presente caso, intercambie ideas con sus compañeros y deduzca una moraleja.
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I. Hacer sentir la necesidad del cambio en la conducta, reglas y objetivos de un grupo.
II. Aplicable en cursos de sensibilización hacia el cambio de diferentes aspectos en un grupo.
TAMAÑO DE GRUPO:
25 personas. Distribuidas en 5 subgrupos de 5 personas.
TIEMPO REQUERIDO:
35 minutos. Distribuidos de la siguiente manera: 5 min. de lectura. 30 min. de discusión.
MATERIAL:
I. Hojas con la historia y
II. Llápices.
LUGAR:
Un lugar amplio que permita la discusión entre los grupos.
DESARROLLO:
I. Se distribuye la historia “Si el río cambia de cauce”.
II. Se forman grupos de cinco personas, y se pide que dialoguen con el propósito de obtener una moraleja.
III. Se solicita que la anoten.
IV.Se pide a los cinco grupos que intercambien sus conclusiones y que lo apliquen a su situación de trabajo.
MATERIAL:
Hojas con la historia y lápices.
HOJA DE TRABAJO
SI EL RIÓ CAMBIA SU CAUSE
Allá abajo, cerca del río, vi un viejo cuyo nombre no importa. Tendrá uno ochenta y pico de años, su paso es poco firme, tiemblan sus manos, sus ojos lloriquean y se ríe a solas como si supiera algo muy cómico acerca de la humanidad.
En su época, el viejo era el mejor pescador de la comarca. “Yo los agarro hasta donde no existen”, solía decir. Sabía escoger las carnadas más convenientes para toda ocasión, la profundidad exacta donde nadaban las diferentes clases de peces y el tamaño preciso del anzuelo que se debía usar.
A poca distancia de la choza donde habitaba el pescador, el río hacia una vuelta cerrada, y era allí en aguas profundas y tranquilas donde le encantaba sentarse sobre un tronco que estaba a la orilla y lanzar su cuerda al agua. Allí nada más, ningún otro sitio le gustaba.
Pero la naturaleza no respeta las costumbres del hombre, y sucedió que durante un invierno hubo una creciente espantosa. Cuando las aguas volvieron a bajar, el río había abandonado su viejo cauce y se había alejado unos cincuenta metros hacia el oeste, formando un canal completamente nuevo. En el recodo donde nuestro pescador solía coger su presa, ya no quedaba sino un banco de arena.
Un hombre cuerdo, en su caso, se habría adaptado a las nuevas condiciones y buscado otro lugar para pescar. No así nuestro pescador; más terco que una mula y resistente a los cambios inevitables que trae el transcurrir del tiempo. Todavía, si uno quiere tomarse el trabajo de visitar el lugar, puedo ver al viejo sentado sobre el mismo tronco y pescando en el mismo banco de arena:
NOTA: Una vez leído el presente caso, intercambie ideas con sus compañeros y deduzca una moraleja.
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