En 1983 durante una noche más de 90 personas participaron en un operativo buscando a Dany, un niño de ocho años.
El pequeño había ido a esquiar con su padre, y casi sin darse cuenta se alejó de la pista de esquí y se perdió.
Las brigadas de rescate comenzaron a trabajar y esperaban encontrar a Dany en algún sitio de la ladera de la montaña, pero esperaban encontrarlo antes que fuera demasiado tarde.
A medida que transcurrían las horas, la patrulla de rescate y la familia del niño se empezaron a preocupar cada vez más. Al amanecer aún no se habían hallado rastros del niño. Dos helicópteros se unieron a la búsqueda, y a los 15 minutos descubrieron huellas de esquíes.
Una patrulla terrestre siguió esas huellas, que luego se convirtieron en pequeñas pisadas. Estas condujeron a un árbol donde por fin encontraron al niño.
--Está perfectamente bien--dijo el sargento coordinador de la brigada en su anuncio a la angustiada familia y a la prensa--. En realidad, en este momento está mucho mejor que nosotros.
Un vocero agregó que Dany estaba en perfectas condiciones y que no sería necesario hospitalizarlo.
El sargento explicó por qué el niño estaba tan bien a pesar de haber pasado la noche helada a la intemperie. Su padre lo había prevenido lo suficiente en cuanto a lo que debía hacer si se perdía. El hijo, por su parte, había confiado en las palabras de su padre y había seguido las instrucciones al pie de la letra.
Dany se protegió del posible congelamiento y la hipotermia subiéndose a un árbol y cubriéndose con ramas. Era sólo un niño y nunca se le hubiera ocurrido esta idea. Simplemente obedeció a su padre que era sabio y que lo amaba.
Dany me recuerda lo que nosotros debiéramos hacer como hijos de nuestro amante Padre celestial, quien es infinitamente sabio. Ya no debemos vivir siguiendo el rumbo de este mundo, que es pasajero.
Debemos caminar en obediencia a los mandamientos del Señor. Después de todo, El sabe lo que es mejor. Esta es una de las razones por las que creo que la Biblia es hoy tan relevante para nosotros.
El Apóstol Pedro nos dice: "Como hijos obedientes, obedezcan a Dios; no vuelvan bajo ningún concepto a la vida que llevaban cuando no conocían nada mejor. Sean santos en su manera de vivir, porque el que los invitó a ser hijos suyos es santo. Recuerden que su Palabra dice:
'Sean santos, porque yo soy santo'" (1 Pedro 1:14-16 BD).
En Cristo disfrutamos de una posición de santidad frente a Dios. En 2 Corintios 5:21 descubrimos que "(Dios) al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él". Ahora bien, a pesar de nuestra gloriosa posición en Cristo, nuestro estado aquí en la tierra a veces es una historia muy distinta.
En la Escritura se nos exhorta a ser santos en todo lo que hacemos porque nuestro Padre es santo y porque en Cristo tenemos una posición de santidad. Así que cada vez que pecamos, olvidamos quiénes somos y por qué estamos vivos. Olvidamos lo que es mejor para nosotros. Es verdad que cuando pecamos y nos arrepentimos, podemos encontrar perdón del Padre (1 Juan 2:1-2). Sin embargo, el pecado no debe ser la característica de nuestra vida.
En un mundo donde abundan desvíos engañosos y caminos confusos, confiemos en nuestro Padre y hagamos exactamente lo que El ha ordenado.
El pequeño había ido a esquiar con su padre, y casi sin darse cuenta se alejó de la pista de esquí y se perdió.
Las brigadas de rescate comenzaron a trabajar y esperaban encontrar a Dany en algún sitio de la ladera de la montaña, pero esperaban encontrarlo antes que fuera demasiado tarde.
A medida que transcurrían las horas, la patrulla de rescate y la familia del niño se empezaron a preocupar cada vez más. Al amanecer aún no se habían hallado rastros del niño. Dos helicópteros se unieron a la búsqueda, y a los 15 minutos descubrieron huellas de esquíes.
Una patrulla terrestre siguió esas huellas, que luego se convirtieron en pequeñas pisadas. Estas condujeron a un árbol donde por fin encontraron al niño.
--Está perfectamente bien--dijo el sargento coordinador de la brigada en su anuncio a la angustiada familia y a la prensa--. En realidad, en este momento está mucho mejor que nosotros.
Un vocero agregó que Dany estaba en perfectas condiciones y que no sería necesario hospitalizarlo.
El sargento explicó por qué el niño estaba tan bien a pesar de haber pasado la noche helada a la intemperie. Su padre lo había prevenido lo suficiente en cuanto a lo que debía hacer si se perdía. El hijo, por su parte, había confiado en las palabras de su padre y había seguido las instrucciones al pie de la letra.
Dany se protegió del posible congelamiento y la hipotermia subiéndose a un árbol y cubriéndose con ramas. Era sólo un niño y nunca se le hubiera ocurrido esta idea. Simplemente obedeció a su padre que era sabio y que lo amaba.
Dany me recuerda lo que nosotros debiéramos hacer como hijos de nuestro amante Padre celestial, quien es infinitamente sabio. Ya no debemos vivir siguiendo el rumbo de este mundo, que es pasajero.
Debemos caminar en obediencia a los mandamientos del Señor. Después de todo, El sabe lo que es mejor. Esta es una de las razones por las que creo que la Biblia es hoy tan relevante para nosotros.
El Apóstol Pedro nos dice: "Como hijos obedientes, obedezcan a Dios; no vuelvan bajo ningún concepto a la vida que llevaban cuando no conocían nada mejor. Sean santos en su manera de vivir, porque el que los invitó a ser hijos suyos es santo. Recuerden que su Palabra dice:
'Sean santos, porque yo soy santo'" (1 Pedro 1:14-16 BD).
En Cristo disfrutamos de una posición de santidad frente a Dios. En 2 Corintios 5:21 descubrimos que "(Dios) al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él". Ahora bien, a pesar de nuestra gloriosa posición en Cristo, nuestro estado aquí en la tierra a veces es una historia muy distinta.
En la Escritura se nos exhorta a ser santos en todo lo que hacemos porque nuestro Padre es santo y porque en Cristo tenemos una posición de santidad. Así que cada vez que pecamos, olvidamos quiénes somos y por qué estamos vivos. Olvidamos lo que es mejor para nosotros. Es verdad que cuando pecamos y nos arrepentimos, podemos encontrar perdón del Padre (1 Juan 2:1-2). Sin embargo, el pecado no debe ser la característica de nuestra vida.
En un mundo donde abundan desvíos engañosos y caminos confusos, confiemos en nuestro Padre y hagamos exactamente lo que El ha ordenado.
BENDITO SEA MI DIOS POR ESTA DINAMICA ES HERMOSA, NO COMO HISTORIA PARA UNA NARRACION ,SINO QUE TIENE UNA ENSENANZA ENORME QUE HA BENDECIDO MI VIDA. DIOS LOS BENDIGA,A TODO LOS QUE HAGAN POSIBLE ESTE TIPO DE MATERIAL...BENDICIONES...
ResponderEliminarNos muestra una gran enseñanza y el camino a seguir
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